La Iglesia se fundamenta en Jesús. Su recuerdo nos lleva a celebrar su vida entregada por todos. En esta celebración, sus discípulos bebemos la gracia que nos hace crecer en nuestra condición de hijos de Dios. Durante todo un año, nos unimos en comunidad, como Iglesia, para ir desgranando la vida de Jesús, disfrutándola y asimilándola en la oración y disfrutándola en la alabanza. Es el Año Litúrgico.
Nació en Asís (Italia), en el año 1182. Después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las Clarisas, inspirada por El.
Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él, tanto entre católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y fuerza de un testimonio radical. Llegó a ser conocido como el Pobre de Asís por su matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” (Sal 119, 105)
La liturgia de la palabra quiere iluminar para nosotros el misterio de Cristo, esclarecer el misterio de aquel pedacito de pan que luego comeremos.
En esta parte de la Eucaristía, la Palabra de Dios nos inserta en la historia de salvación, nos abre a la historia del amor de Dios para con nosotros: en el pasado por medio de las vicisitudes del pueblo de Israel, en el presente porque ahora es el tiempo de la salvación, en el futuro porque la Palabra de Dios nos revela el sentido de la vida.
Podemos decir entonces que celebrar la liturgia de la palabra es reunirse alrededor de Jesús, Verbo Encarnado, que nos instruye, nos habla, nos constituye en el pueblo y nos hace entrar en la salvación.
San Gregorio Magno:
“Tenemos que leerla y escucharla como si Dios nos hablara directamente y aplicarla a nuestra propia vida”
Preguntas para reflexionar:
¿Cúando vamos a Misa ponemos atención a las lecturas proclamadas y a la homilía del sacerdote? ¿Porqué?
¿Leemos las lecturas dominicales antes de la Misa para prepararnos mejor para la liturgia de la Palabra?
¿Vivimos en nuestra vida el mensaje que Jesús nos da por medio de su Palabra?